jueves, 28 de febrero de 2013

Dos tipos audaces (del blues local) por Daniel Schreiner

Dos tipos audaces (del blues local) por Daniel Schreiner

“Soñé que muchas cosas se ordenaban / volvió la charretera a su lugar…”. El que canta con voz grave es Caburo, un flaquito de porra y bigote que toca la tumbadora. En la viola está Roger, otro flaquito, de chivita y dedos con swing. La banda tiene además bajo, batería, teclados y una sección de bronces. El tema es “Cosecha del 82”, tiene la firma de Roberto Cevallos –que toca el clarinete porque no ha podido aún comprarse un saxo– y el grupo se llama Contrabanda. El lugar es el Café del Este, en la zona del Parque Urquiza, y es donde se termina de cocinar lo que será la Trova. Claro que Contrabanda tiene muy poco, casi nada que ver con la Trova, ni con lo que suena en Rosario en ese momento. Son los primeros ochenta: la dictadura aún no llegó a su fin y estos músicos insisten en tocar blues y fusionarlo con otros géneros negros, con percusión y arreglos de vientos como marca distintiva. Incluso Contrabanda es grupo estable del lugar y cobra cachet fijo. Pero jamás graba. Ni siquiera algún casete que dé cuenta de cuál era su sonido, como esos discos piratas de Juan Carlos Baglietto o Fito Páez registrados en el mismo bar. Y su historia, como la del blues local, se mantiene desde entonces en los márgenes, en la tradición oral de quienes fueron sus protagonistas. Como la de las orquestas de jazz que se atrevían con algún blues en los bailes de clubes en los 50; como la de Los Gatos Salvajes y la impronta blusera en el piano y el órgano de Ciro Fogliatta; como la del guitarrista Luis Romitti, un auténtico showman, que fundó Los Grillos para de inmediato alejarse de todo lo que fuera sonido beat, y encabezó una banda de rock que dejó un simple mítico: Wolf 424.

Caburo nació como Juan Carlos Vitantonio y en este 2012 acusa 62 años. Roger es Rogelio Muzzio y tiene uno menos. Juntos han escrito una parte importante de la historia del blues local. Roger conoció a Caburo en un bar que estaba por Urquiza, entre España e Italia, en una planta alta, a fines de 81. Era la época de la fugaz y agridulce reunión de Manal, con Pappo embarcado de lleno en el rock pesado con Riff. En ese bar había unas zapadas organizadas por el propio Caburo, el poeta Carlos Mac Allister y el actor Jorge Simone. “Con Caburo teníamos amigos en común y nos conocíamos, pero sólo 'hola y chau'. Caí por ahí; tocaban algunas bandas, estaba de moda el jazz fusión; llegué medio tarde y estaba él sentado con la tumba –en realidad no me acuerdo si estaba tocando la guitarra o la tumba– haciendo el «Blues del Saladillo». Yo tenía en mente que quería formar una banda”, rememora Roger y describe cómo fue ese encuentro.Hola, quiero que cantes en mi banda.
—Yo no canto.
—Pero si estás cantando.
—Bueno, sí, eso.
—Probemos.

Caburo aclara que, según su entender, por entonces no cantaba, sólo jugueteaba con la voz y los versos: decía. Sigue Roger: “Empecé a llamar gente. Yo era un caradura porque estaba haciendo mis primeras armas, apenas podía colgarme la guitarra, y llamé a unos monstruos, que algunos eran y otros fueron después”. Roberto Cevallos era la tercera pata de Contrabanda, que en esos inicios sumó a Eduardo Carvalho (luego un músico de prestigio en Brasil) en piano, Freddy Vera en el bajo y un baterista que hoy es artesano y cuyo nombre ni el cantante ni el guitarrista recuerdan. Luego de un desfile de músicos como Germán Risemberg (tocó el bajo en Staff con Fito Páez) o Roberto Soloa (baterista de Poxi Beat), la banda se consolidó con Juan de Toma en teclados, Juan Ricci en bajo, Guengue Miskov en batería y Raúl Di Fini en guitarra. 
“Esa noche del debut tocó Marito Olivera en saxo; teníamos una sección de vientos, de clarinete y tenor, una cosa rarísima, hacíamos una mezcla. La composición era mía, el Negro Cevallos también componía, pero el Negro tenía más en claro la fusión; él fusionaba blues, soul, latino. A mí me salía blues o latino, no me salía fusión”, recuerda Roger. Contrabanda se disolvió a los pocos meses, pero dejó sembrada la base para futuros proyectos. En el medio, el grupo tocó por ejemplo en un festival en la sala Luz y Fuerza, al lado de la comisaría 2ª, a favor de la liberación de los presos políticos. “Por ahí tengo el afiche con dibujo de Fontanarrosa. Fue la primera vez que tocamos «Blues del Saladillo» para mucha gente y el público se cayó de espaldas, por esas cosas que tiene Caburo de escribir cosas costumbristas. Igual con un tema mío que se llama «Miedo» Éramos como el Manal rosarino”. 

Thompson & Modart

Caburo escribió el “Blues del Saladillo” en 1976: “Cuando cruzo el puente del Molino Blanco / Veo Saladillo cuál es tu dolor / Silbando algún tango a mi lado pasan / Obreros del sur sucios de sudor / Ya no mata este día de sol”. Recién lo grabaría en un disco 32 años después. “Yo nací en Rosario, pero mi viejo era de Gendarmería y lo trasladaban y terminamos en San Martín de los Andes –relata Caburo–. Para mí fue el día y la noche: escuchaba radios chilenas y un día sale un tema que era «Twist y Gritos» de Los Beatles y me voló la cabeza. Y al otro día ¡yo ya era diferente loco! Ahí viví hasta los 14 años y vinimos a Rosario, a Ayacucho al 4900. La mejor parte de mi adolescencia y entrada de mi adultez fue en Saladillo, todo ese barrio desde Uriburu para el fondo”.Roger compuso “Miedo” en el 81. Es un blues que hacía Contrabanda pero que tomó vuelo propio una década después en la versión de Taxi Blues, con voz de Adriana Coyle: “Huir del abismo / Ser añejo y enfrascado / Mientras lo más importante / Es la misma luz / Que se ha olvidado / Infierno que no es invierno / Y en escarchada ventana /
Hoy te miro y todo se empaña en plenitud”. Confiesa el compositor: “La letra es una carta que me mandó una chica a la cual yo no correspondía como ella quería. Con algunas pequeñas licencias es tal cual lo que ella escribió en una servilleta de bar y yo musicalicé”. Muzzio vivió su infancia en la zona de la Terminal de Ómnibus y después se fue a Alberdi: “Yo iba a la Dante (Alighieri) y en la Dante siempre hubo una historia, salieron un montón de músicos: Fito Páez, Claudio Cardone, Tweety Tegiacchi. Se hablaba mucho de música: yo descubro a Los Beatles y estos me llevan a la música negra, porque (John) Lennon hablaba siempre de eso, de rock and roll

Traffic

Algunos años después de la separación de Contrabanda Vitantonio y Muzzio se volvieron a juntar en un grupo que se llamó Tráfico, en el 89, cuando se terminaba la década del pop y el blues se aprestaba a tener un nuevo cuarto de hora a nivel mundial, a caballo de la revolución del disco compacto. Caburo confiesa que antes de Tráfico tocaba la percusión en Misterio, un grupo de cumbia, y Roger cuenta que mientras tanto se puso a estudiar composición. Hasta que volvieron a juntarse. Los temas funky con arreglos de vientos como “Nadie habla nadie ríe” caracterizaron a Tráfico: “Entro a El Cairo embolado / En esta carpa el circo sigue igual / Entro a El Cairo, me refugio / En un rincón del viejo bar / Nadie habla nadie ríe / Nadie vibra ya en este lugar”. La banda debutó a fines del 89 en el bar Metro, un sótano de Laprida al 500, en la bajada. “Al principio era mucho blues, rock and roll; y para la última época eran blues arreglados, con vuelo, por la influencia de la música de los blues modernos de afuera, como Robert Cray, Stevie Ray Vaughan, Albert Collins. Pocos entendían lo que estábamos tocando. Teníamos temas míos, de Caburo y muchas veces componíamos entre los dos”, dice Roger. Tráfico llegó a grabar un disco que jamás se editó y la banda se separó. 


El blues de Rosario

En forma paralela a Tráfico Roger sostenía Taxi Blues con Palmo Addario, Adriana Coyle, Marcelo Gallego y el Negro Coronel –que tocó la batería en la última época de Tráfico–, una banda que hacía muchos covers más algunos temas del propio guitarrista. Tráfico se separó cuando Roger y Addario se fueron a Córdoba a tocar con Taxi Blues. En el caso de Muzzio, se quedó en esa provincia varios años. Con Roger fuera de la ciudad, Caburo se juntó con Pablo “Bonzo” Morelli en guitarra. Llamaron a Javier Actis en bajo y Marcelo Reyna en batería, y armaron La Rocanblus, otra banda de la cual sólo hay algún material grabado en vivo pero que también marcó por dónde pasaba el blues local en los 90. Más tarde, Caburo creó La Cabureta y finalmente dio vida a Caburoblus, su actual agrupación, con la que entró a estudios, editó dos discos (el primero es de 2006) y se apresta a tener en la calle un tercero. 
Cuando Roger volvió a Rosario formó Tráfico Fun Club, como él mismo dice “una mezcla de Tráfico y Contrabanda”, con la que grabó un disco que tampoco pudo editar. A mediados de la década pasada, Muzzio armó Roger & Los Sospechosos, banda con la que formó parte del emprendimiento cooperativo Blusario, que Roger y Caburo impulsaron con otros músicos locales en una época en la que los bluesmen del hemisferio norte aún no pensaban en bajar a Sudamérica, porque la burbuja de las hipotecas yanquis todavía no había estallado. 
Relata Caburo el origen de Blusario en 2004: “Un día veo una noticia de los maestros que se estaban juntando y digo: por qué no juntamos los músicos. Se me ocurrió armar una movida sólo de blues. Nos ponemos la camiseta con Roger y conseguimos un lugar, El Picadero (Urquiza al 1300), y todos los miércoles tocaban dos bandas de blues, se pasaban videos. Blusario llegó a tener 24 bandas. Duró un poco más de dos años”. Los veteranos lo habían hecho de nuevo: pusieron otra semilla en el blues local, impulsando a muchos pibes a juntarse, tocar, componer. Los mismos que hoy, cada fin de semana, recorren los bares de la ciudad. 


Dedicado a Carlos Luchesse

Dedicado a Carlos Luchesse.
Un homenaje.

Rosario ha dado origen y es la fuente de innumerables expresiones de arte. Música, poesía, teatro, danza, escritores y científicos han esbozado sus primeras obras desde estas orillas del Paraná. Y por si fuera poco, también ha sido cuna en la Argentina de las expresiones más estrambóticas que ha dado nuestra cultura. Si bien Carlos Luchesse se ha destacado por su singularidad como músico de jazz, como mítico creador del movimiento surrealista “cucaño”, aunque esto no es más como dice la frase, además de un mito casi imposible de comprobar, uno de las tantas “historias” que circulan en sus callejones repletos de creatividad, hoy podemos asegurar, que también ha constituido “grupos” que jamás cumplieron con la formalidad de anunciarse ante la sociedad, pero que muchos de nosotros conocimos porque hemos sido testigos de sus “aventuras”, y han dejado huella que persistirán por mucho tiempo. La idea rectora de su paso por este mundo siempre fue la transgresión sin claudicar jamás, a pesar de que esto tuvo el “precio” de la marginalidad, inclusive podríamos agregar en la actualidad el vacío oficial de nuestra estrecha democracia, para el reconocimiento que estos artistas se hubieran merecido. Pero al mismo tiempo, podemos decir que tal vez eso mismo signifique una justicia para el verdadero lugar que para nosotros tienen aquellos que no se vendieron como una mercancía más… cuando hoy ello es moneda común.
La “formación” de Carlos pasó por lo insólito, o no tanto. Comenzando por enloquecer a sus vecinos y a su propia familia, a quienes les robaba las ollas y los sartenes para abollarlos en la terraza y crear un estilo que haría huella en la ciudad, al punto que llegó a ser considerado un excelente percusionista de sesión, convocado muchas veces por los más destacados músicos. Hablamos de Tito Méndez como un solo botón de muestra desde el jazz; así como de Rubén Goldín o Fito Páez en los ámbitos del rock. A pesar de esto, diremos que su “carrera” no tomó vuelo al darle esa vuelta tan particular que eran básicamente improvisaciones que desbordaban al propio curso típico que hace  base en el jazz, así como en otros estilos en los que incursionó.
 El problema, si pudiéramos expresarlo así era que Carlos no se ataba a nada.
Luego tenemos que traer aquí otra de las facetas del artista menos conocida públicamente, pero harto habitual para los círculos que frecuentaba  y para los que tuvimos la dicha de estar muy cerca de él: nos referimos a su comicidad. Tenía un gesto clásico, consistente en la extensión                                                                                              sistemática de uno de sus brazos al mismo tiempo que profería                                                                                                                  su frase latiguillo: “totalmente…”

Desde aquí nuestro humilde homenaje a este Creador con 
mayúsculas; brindamos por él.
 ¡Hasta la próxima querido  Carlos “totalmente” Luchesse!


En Rosario, Amílcar Del Gaudio


Los años 90 - La explosión



Degrade se creó en 1992 en Rosario y debutó ese mismo año en esa 
ciudad. Luego de presentarse en los escenarios más importantes de la 
ciudad y con varios cambios de sus integrantes desde su formación, en 
agosto de 1999 se graba "Ratitas", la primera producción de la banda, 
A fines del 2001 editaron "Agua", también en forma independiente "Árida" 
es un EP que incluye dos adelantos del nuevo disco y dos temas de la 
banda de sonido de la película "El Cumple", más una reversión de 
"Canción diluible".
Grabado en los estudios Circo Beat, "La hora azul" se presentó en 2007.
Actualmente, con algunos cambios en su formación Degrade se encuentra 
por editar lo que será su quinto disco de estudio. 



El ajenjo

Liderada por Rubén Busi en voz se completa con Ariel Díaz: bajo, Ezequiel Salanitro: guitarra, Gabriel Zocchi: batería
y Sergio Camilloni: guitarra. Banda icono de los noventa llegaron a editar cuatro discos: El Ajenjo (1998) Esquina Sirena (2000) Zepakercia (2001) y Superjopitos (2002)



Los Hijos del Reyna:

 Piturro, Román, Juano, Dani, y Ariel hueso, en batería.
                              
… En el año 1991 se formó una de las primeras agrupaciones funk de la ciudad de Rosario. Sus cuatro creadores (Piturro, Rivabella, Mckenzie, Juano) lograron destacarse en un estilo “Afro” y transportarlo a la escena local, matizando con “psicodelic riffs” y haciendo de los Hijos del Reyna una banda original en su género.


El regreso del Coelacanto

Se formó en 1991 y rápidamente ganó un lugar desfachatado en el circuito de Rosario. En sus inicios se volcó claramente al Rythm and Blues y el Country Rock Americano y con el tiempo la banda viró en busca de ritmos folclóricos tocados con sangre rockera, abriendo un espectro capaz de combinar chamamé y el candombe con melodías celtas u orientales. En ese tren se apunta a profundizar la mezcla de instrumentos acústicos y tradicionales (acordeón, mandolina) con guitarras saturadas. La sorpresa es el condimento principal, en un concepto general que apunta a una seria diversión, con puestas en escena cuidadosamente descuidadas. Actualmente tiene editadas dos producciones independientes: "Seguí Participando" (1999) y "Esperando que caiga la pelota" (2002) y formó parte del compilado "Bandas en Puerto" (2000) por ser una de las seis bandas ganadoras del concurso homónimo. 


Abrepuertas nació de la fusión de dos bandas. Una de ellas llamada Fuc'k you kobani integrada por Fernando Carazo en bajo y voz y Horacio Mercado (Horativs) en guitarra, quienes habían perdido a su baterista . Por el otro lado el trío formado por los hermanos Diego y Gonzalo Aloras (voz - trompeta y guitarra respectivamente) y el baterista Leo (Gato)  Ghilioni.
A los dos  meses de ensayo se presenta la oportunidad del debut de la mano del concurso organizado por Municipalidad de rosario bajo el título de: "Segunda bienal de arte joven " donde obtuvieron la mención a la mejor puesta en escena
Hacen su show debut en los sótanos de "La Cueva”
Con posterioridad se agrega a la banda el tecladista y compositor Esteban Sesso  apodado "el profesor".
Con esta formación la banda dá sinnúmeros de recitales en Rosario y localidades vecinas.
Un encuentro casual, compartiendo escenario con Gustavo Cordera   durante un festival en el Anfiteatro Municipal " Humberto de Nito";  derivó en que  Abrepuertas fuera banda telonera de Bersuit Vergarabat  en Bs. As. y Rosario
Compartieron escenario con "Los Cafres" en el Roxy de Bs as.
Iniciaron la grabación de su primer disco en los estudios de "Big Audio" de Rosario con la producción artística de Claudio cardone.
Participaron como músicos invitados Gonzalo Aloras, Claudio Bolzani, Juancho Perone y Claudio Cardone entre otros.
Coinciedieron los tiempos de mezcla y masterización del disco con el derrumbe de la industria discográfica producto de l desarrollo de internet.
El disco nunca fué terminado...


Mortadela Rancia fue una de las bandas más conocidas que tuvo el rock rosarino de los años 90. Gonzalo Aloras (voz y guitarra), Lisandro Falcone (bajo) y Luciano Rubí (batería)  juntos armaron un trío que comenzó a tocar en pequeños bares de la ciudad, en 1992, Rubí se aleja de la banda y es reemplazado por Diego Giordano.
Después de numerosas presentaciones en locales como La Maga y New Tito, el grupo fue creciendo en poder de convocatoria. En la primavera de 1993, fue invitado a un festival en el que compartió escenario con Los Enanitos Verdes y Pappo, y unos meses después fue el encargado de cerrar una velada rockera en el Anfiteatro Humberto de Nito.
Al poco tiempo, el trío recibió la oferta de grabar su primer disco, Ciudad paranoia, que recién fue editado en 1998. 
Al poco tiempo de aparecer el CD, Nicolás Purman reemplazó a Giordano en la batería. Gonzalo Aloras, por su parte, fue convocado por Fito Páez para la gira de presentación de su disco Abre (1999). Esto motivó que el grupo sólo ofreciera unos pocos conciertos y luego se disolviera.


Carmina Burana. 
Nacida en el año 1994 en la localidad de Firmat, cercana a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Su música es una mezcla explosiva de géneros como el hardcore más elemental, pasando por el rock, el reggae y sonidos tribales, así como la vertiente más bailable y festiva del ska, punk rock y los ritmos latinos. La suma de estos factores es lo que transforma a este grupo en una interesante y corrosiva agrupación, difícil de encasillar y con peso propio. Algo único, un verdadero producto buranezco.
El nombre de Carmina Burana proviene de los oscuros tiempos medievales, obra resultante de los poetas vagabundos llamados goliardos que transitaron por toda Europa, y que mediante la sátira y la ironía ridiculizaron la hipocresía social de esa época. Con armas similares sobrevive hoy entre nosotros, aquel espíritu crítico, en la poesía de esta banda que basa sus letras en la mitología popular Argentina, las historias de tierra adentro y las leyendas importadas desde Europa por sus abuelos entre otras particularidades más.
Como colectivo multi-musical la banda tiene una trilogía de discos editados (El sendero de los pajaritos primaverales, Hermoso todo junto podrido y difunto, y Odas para la danza del Átomo), más la participación en compilados para el sello alemán Ubersee Records como otro punto destacable.




Flash Atómico de Lujo se forma el 16 de marzo de 1997. El 27 de julio de ese mismo año, realiza su primera presentación en el ex teatro La Manzana de calle Entre Ríos.
Su formación original fue Gustavo Maffei en voz, Claudio If (Di Benedetto) en bajo, Mauricio Emanuele en bateria, Guillermo Lemos en teclados.
Durante estos años realizan diferentes presentaciones en bares y teatros de la ciudad.
En el año 2001, en pleno caos político del país, cierran esta primera etapa con la grabación de su primer cd “Musgo”.
En el año 2003, con la partida del tecladista, retoman la actuación y se suma al grupo Atilio Basaldella en guitarra. Con quien componen nuevos temas y reformulan su sonido llevándolo a otro plano.
Esta formación se mantiene hasta fines del 2004, haciendo una última presentación en el joven Willie Dixon.

Coki por Martín Perez


"Vos me diste amor, te di las ruinas". El verso de Mis Ruinas, tema emblemático de Un millón de dólares (2001), segundo disco de Coki & The Killer Burritos, es el que mejor funciona a la hora de intentar definir a su autor. Porque cuando hay que presentar a César Debernardi también aparecen frases como músico de culto o secreto mejor guardado. Desde lejos, esas etiquetas –tal vez las más respetables que tiene para ofrecer el universo rocker-- le calzan como anillo al dedo, pero al acercarse se revelan inexactas. Por ejemplo, un artista popular no necesita calificarse como de culto, y Debernardi supo serlo, al menos con su grupo Punto G y Cae lenta, un tema que es más clásico que otra cosa. Y después, qué duda cabe, Coki no es ningún secreto, al menos en Rosario. Por eso lo del amor y las ruinas. Porque con tres discos en veinte años de carrera solista –un cuarto a punto de salir al momento de escribir estas líneas--, y otros tres antes al frente de Punto G, el Burrito mayor ha demostrado su amor por un rock que cada vez más –en estos tiempos y estas coordenadas—sólo tiene ruinas para ofrecerle. Para su pequeña hija Antonia, papá César no puede ser otra cosa que un Rolling Stone, ya que cada vez que se aleja de su vida para ejercer el oficio de músico ella cree que está de gira con su grupo preferido. Y tiene razón, al menos a la hora de resolver el bendito problema de la etiqueta para presentarlo. Porque Coki Debernardi, ni culto ni secreto, es un romántico entre las ruinas. Una verdadera piedra rodante del rock de Rosario.
"El fracaso no se nos subió a la cabeza", anunciaba Coki al frente de Punto G, cuando el grupo estaba presentando su tercer y último disco, El último salva a todos (1993). Con esa frase quería resumir el hecho de que, pese a que habían hecho todo lo que estaba a su alcance, nunca habían llamado la atención de la todopoderosa Buenos Aires. Pero no se iban a quejar por eso. Un principio que Coki abrazó realmente desde el comienzo. "Cuando empezamos, el compositor y el cantante eran otros. Un día ese chico se murió y, para no morirme yo, tuve que seguir. Yo no era el talentoso, era apenas el más caradura. A eso le sumé algo de disciplina, y así fue como seguimos con Punto G." Oriundos de Cañada de Gómez, el grupo asomó la cabeza en Rosario cuando ganó un concurso cuyo premio era la grabación de un disco producido por Fito Páez. Por la radio sonaban Metrópoli, Alphonso S'Entrega o La Sobrecarga, y el grupo pop de éxito local se llamaba Identi-Kit. El disco debut de Punto G se llamó Todo lo que acaba se vuelve insoportable (1988), y su hit --Cae lenta—desde entonces forma parte del repertorio de la hinchada de Rosario Central. Con el cambio de década llegaría Punto G (1991), su obra definitiva como grupo, que musicalmente homenajeaba al disco New York, de Lou Reed, algo común tal vez para la época. Pero desde la portada lo hacía con Ideología, de Cazuza, y ese cruce sí que era algo único. "Soy un sobreviviente de los ochenta, pero me salva la cara de nene", decía Coki cuando reapareció después de la separación de Punto G. "Vi pasar la década frente a mí. Yo fui, por ejemplo, en el mismo micro que Sumo a su despedida en el Chateau. Fue una década interesante por donde se la mire, pero no sé si resiste tanto musicalmente. Sigo prefiriendo Vida, de Sui Generis, antes que cualquier disco de los ochenta. En serio".
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"No tengo carrera, tengo discos", resumió cuando estaba presentando Perdida, su tercer trabajo solista, o con los Killer Burritos, lo que a la larga termina siendo casi lo mismo. Porque, dado el espacio entre ellos, cada formación ha sido diferente para cada uno de los discos. Y también cuando no llegó a haberlos. De hecho, pareciera que tarde o temprano, todo músico rosarino termina siendo un Burrito. Y así como en cada disco de Coki hay un tema de Fito Páez –que desde su rol de productor del debut de Punto G no se ha alejado demasiado de la galaxia Coki--, también los Burritos supieron ser la banda del rosarino de su generación más famoso fuera de Rosario. El debut con los Burritos, Mi parrillada (1998), llegó –justamente-- gracias a ser popular y no de culto. Porque tomó forma luego de que, después de años alejado de los escenarios, Coki armó una banda para tocar en el Festival por las Madres. El envión del público coreando Cae lenta lo terminó llevando al estudio, para un disco que abre homenajeando a Kiko Veneno, con Andrés Calamaro como invitado, y una banda que incluye a Vandera, Aloras, Gallardo y Llonch, entre otros. Un millón de dólares (2000) podría ser el fruto final de aquel envión, en que el homenaje es para Lou Reed, con Liliana Herrero haciendo coros en su traducción de Sucio boulevard. Y el camino hacia un presente con formación burrita más o menos estable sería imposible sin Perdida (2005), un disco poderoso que –a diferencia de los anteriores, en el que cada canción parece tener vida propia—parece haber sido hecho para ser tocado en vivo, sobreviviente de una curiosa formación de trío, sin bajista, que jamás llegó al estudio. Pero el repertorio sí. Como dice la letra de La tormenta: "Lo que te pasó no es lo peor/ ¿Te pusiste a ver lo que hay alrededor?". 
"Éxito es vivir hasta los cien años, y sin respirador artificial", decía Coki cuando acaba de editar Mi parrillada, y lo del fracaso que seguía sin subírsele a la cabeza aún era un tema en las notas. Más allá de los discos, más allá de los invitados u homenajes, más allá también del culto o la popularidad, lo que importa en Coki –lo que hace que uno esté haciendo una nota sobre Coki, digamos—son las canciones. Cae lenta, para empezar. Sólo es posible entender su importancia generacional luego de escuchar a un grupo de rosarinos juguetear con la paradoja gramatical escondida en su letra: La lluvia... ¿cae lenta, o cae lento? Pero el repertorio Coki va mucho más allá del hit, y la lista –y los versos memorables—se apilan a pesar de ese sol de frente que los persigue por toda la ciudad, como canta en Un millón de dólares. "Tal vez sea un resabio de la época en que pintaba, pero yo creo que los cuadros, como los discos, no se terminan: se abandonan", sigue diciendo Coki, más o menos por la misma época. Las canciones, en cambio, a juzgar por un repertorio pleno de gemas sin época, nunca se abandonan hasta que están terminadas. Aunque después sigan con vida. Tal vez el secreto sea la cultura, y no el rock. Tal vez la clave está en que cuando uno piensa en Coki también piensa en el ayudante del cineasta rosarino Gustavo Postiglione, el conductor radial de La noche de Barbara y Dick, incluso ese fugaz fletero –gracias a la salvadora propuesta de un fan-- que llegó a ser cuando se quedó sorpresivamente sin trabajo en la banda de Páez. "El primer show que vi en mi vida fue uno de Oscar Alemán. Me llevó mi viejo, fue en Villa Carlos Paz y ahí aprendí lo que era ser un entretenedor y un showman", asegura Coki, que sigue aprendiendo cómo ser ambas cosas y ninguna. Como buena piedra que rueda. 




Los Vándalos por Juan Cruz Revello




 No hay persona vinculada al rock de la ciudad que no mencione a Los Vándalos como referentes del estilo. Incluso aquellos que no escucharon nunca su música, son partidarios de su referencia. Es rara la función social que cumplen en el panorama musical de Rosario. Se podría decir que, aún en pleno desarrollo y crecimiento musical, ya son un mito. A base de historia –existen como banda desde 1990- de la personalidad y popularidad de su cantante, de anécdotas, de canciones conocidas y de frases que quedarán en el imaginario popular rosarino,  son esa banda con la que todos tienen alguna historia que contar. Con la que muchos fueron a recitales históricos. Con la que todos alguna vez quieren tocar. Y los músicos son de aquellos que todos quieren conocer. Aún para personas que no les interesa su música; aún aquellos que en su vida Los Vándalos no significan nada, se sienten atraídos por los protagonistas de esta historia. Todos quieren conocer o vincularse o entrevistar alguna vez a Los Vándalos.
Decíamos que se formaron a comienzos de la década del noventa.  Su formación original estaba compuesta por amigos del barrio Luz y Fuerza ubicado en la zona norte de La Florida, en Rosario. Un barrio donde por esos días ser vecino del otro era sinónimo de hermandad, confraternidad, ayuda, amistad, amor.  Además de Los Vándalos, otros músicos de la ciudad vivían en el barrio de los monoblocks de la Florida. Es el caso de Tato Vega, por entonces cantante de Los Pordioseros, y más adelante en el tiempo, de Los Shocklenders. En algún sentido, fueron Los Pordioseros los que convencieron a los primeros integrantes de Los Vándalos, a confiar en tener una banda.
En definitiva, los más pibes del barrio tocaban rock. Y se juntaban en la esquina. ¿Estereotipo? No, realidad.  Los chicos hacían lío. Bochinche. En reiteradas oportunidades, como alguna vez contaron ellos, “las viejas del barrio se la pasaban yendo a nuestras casas a quejarse porque le rompíamos los vidrios de los departamentos cuando jugábamos a la pelota”. Jugaban al fútbol en el campito que la dicha puso estratégicamente entre los dos monoblocks que dividían sus departamentos. Los más grandes, los que formaban parte del grupo de los padres, utilizaron el calificativo de Vándalos para referirse a ellos. Así nació el nombre de una de las bandas que representará al rock de Rosario por los siglos de los siglos. Estrictamente, de aquella formación original, que debutara en la plaza Ovido Lagos, ubicada de Rondeau para el lado del río en La Florida, sólo queda hoy Cristian “Larva” Bruscia, guitarrista. Por esos días, y durante los dos primeros shows, era el cantante. Los nervios de las presentaciones hacían que su padre le habilite unos tragos de whisky para enfrentar al público. Había que conseguir un cantante. Diego Popono Romero (apodado de esa manera por un compañero de fútbol en el barrio), en esos primeros días formaba parte de la banda haciendo las veces de manager, pero pronto, ante la necesidad, se hizo cargo del micrófono y no lo soltó más. Se conocían con Cristian del barrio, pero no se daban bola. Directamente su relación personal comenzó en la peatonal de Rosario, cuando se encontraban luego de que Popono saliera de la técnica nº 5, y la Larva de la escuela de música.  Escuchaban lo que a fines de la década del '80 dominaba el mercado: Charly García, Virus, Fito Páez. Pero sus influencias para lo que querían tocar, venían desde otro lado: Blues, Rock and Roll, R&B y Funk. En Rosario la música que se escuchaba estaba ligada a otros estilos vinculados al rock. Los grupos más populares de la época eran Graffitti, Identikit, Certamente Roma, Los Arnaldos o Punto G. Los Vándalos, desde su música, buscaban diferenciarse de esos estilos. Es por eso que más allá de sus gustos, el género reflejado

en sus primeras épocas respondía a los parámetros más tradicionales del rock and roll. Otro de sus integrantes originales, César Aguirre, compartía con Cristian el mismo profesor de guitarra, Hugo García. El fue quién les empezó a pasar data musical de violeros de Blues. El resto, lo hizo el CD. A comienzos de los '90, la importación de este formato de discos hizo que muchos accedieran a música que encima, venía sus protagonistas a mostrar en vivo. Y Los Vándalos viajaban a verlos: Keith Richards, Albert King, Eric Clapton, Jerry lee Lewis, por citar algunos ejemplos.  Con algunos cambios de formación, el  resto de la banda  se completaba con Cristian Pollo Moya en teclados; Mario Zilli en saxo; Cristián Cata Cataldi en bajo y Marcelo Vanzetti en batería. Con esta formación (más la armónica a cargo de Pablo Casadei que sigue hasta hoy) graban su primer disco la rock and roll vándalos blues, con el apoyo del sello Gapp Records. Un disco con canciones que hoy son clásicas dentro del género en Rosario, como por ejemplo Tonigth y El Indulto. Y un disco que a través de una de las canciones representativas, dejó una frese que supo ser slogan de un festival local en los primeros días del año 2000: “Rosario es el Rocanrol”.  Lo completan estilos como el Blues (Santa Isabel) o el funk (Tu hermanita ya creció). El segundo disco de Los Vándalos, es el material en el que la mayoría de sus protagonistas coinciden en que es el mejor; Los Vándalos II se editó en el año 1996 y contiene las canciones Como Mierda, Así que sos pesado y Come on baby.  Por esos días, se van a de la banda Mario Zilly (entra en su lugar Augusto Fassini) y Pollo Moya, quién de todos modos graba los teclados del próximo disco, el tercero, que esperó a salir hasta el 2001. Se llama Cosecha Propia. Tiene un arte destacado, el más logrado de todos sus discos. Y las canciones más características son Acá no hay y Todo Rompo. La popularidad de la banda cada vez es mayor. Con este disco, Los Vándalos festejan 10 años de trayectoria. Con la producción de Titi Blastein, por entonces manager de la banda, llenan el estadio cubierto de Central Córdoba. Los acompañan como invitados Mario Pardal (cantante de La Bolsa, banda de blues de San Lorenzo), Mariano del grupo extinto Azafrán, Piturro Benassi de Los Shocklenders e Hijos del Reyna entre otros.

Los integrantes ya no son los pibes Vándalos que molestaban a los viejos del barrio.  Están cada vez más grandes, sus vidas van cambiando y también sus responsabilidades.  En el mismo sentido, cambios en la formación le adjudican algunos toques distintos en su musicalidad. Por esos días, Bruno Acanfora Greco se consolida como tecladista (había entrado luego de la grabación de Cosecha Propia). Por un accidente automovilístico,  sufren el lamentable fallecimiento de Cristian Cataldi. Este fue un punto de inflexión, y de revisar cosas internas en la banda. Cata era fundamental en la composición y en el espíritu y ánimo de Los Vándalos. Tenía un estilo bien definido, que nutría de identidad las canciones.  Entre dudas si seguir adelante o no (ensayaban con Kutu Oliván, actual bajista y también invitado al show de los 10 años) se hace cargo del bajo Juano Reyes (venía de tocar en Hijos del Reyna). Un tiempo más adelante, la percusión comienza a tocarla Watán Trinch (otro músico rosarino que formaba parte de otra importante banda de la ciudad caracterizada por la música Ska: Scraps). La banda comienza a profundizar en músicas que no le eran ajenas, pero la incorporación de estos músicos (más la incorporación en batería de Tano Basani en proceso de grabación) le da una impronta más destacada a las canciones que necesitan más Groove. Así se desarrolla “Con alegría Che!” (2004).El cuarto albúm de la banda, desde su nombre (muy significativo tras la muerte de Cata Cataldi) genera una nueva frase  de Popono que queda en el imaginario rockero rosarino, y también destaca la importancia que tiene la música en la vida de Los Vándalos. Esa famosa frase tiene su historia: antes de sacar el priner disco, en sus shows oficiaba de presentador el Giru, un amigo del saxofonista.
Los presentaba así: “Chanchos psicóticos nos están atacando la tierra. Pero no se preocupen, quédense tranquilos que Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison y Los Vándalos nos están defendiendo.  'Con Alegría Che'!!!”. Popono recordó esta frase en una entrevista radial, y de ahí en más quedó patentada como un sello de agua propio y característico.
  Por esos días, todos los integrantes de Los Vándalos en varias declaraciones se encargaban de decir que a partir de ese disco, la vida interna de la banda cambiaba. Se iban a tomar las cosas con más seriedad. Una nueva ida de la banda y un nuevo integrante ocurre por esos días. Se va César Aguirre y entra Chino Aguilar (amigo y compañero de ruta de  la banda; también había grabado violas en Cosecha Propia) .  Comienzan a retomar sus shows en diferentes partes del país con Buenos Aires y Córdoba como ejes principales. Con esta nueva y consolidada formación editan su primer disco en vivo, llamado “Vivo entre Vándalos” (2006). Con una buena difusión, participan en varias ediciones de los principales festivales de rock del país en Rosario, Capital y provincia de Córdoba: Quilmes Rock, Pepsi Music y Cosquín Rock. Era necesario un nuevo material discográfico con esta formación, que contenga canciones nuevas. Deciden grabar por primera vez con un productor discográfico. Eligen a Daniel Pérez (también músico, integrante de otra banda rosarina, Los Sucesores de la Bestia) y registran “No significa nada” (2009). Un disco con buenas canciones, que resisten un formato más pop, sostenido por instrumentaciones diferentes y buenos estribillos. En el 2010 se presentan con buena cantidad de público en el Anfiteatro Municipal, festejando 20 años de carrera. Una noche fantástica, en donde participaron del show la mayoría de los ex Vándalos. Luego llegó el turno de las presentaciones internacionales. Durante ese mismo año giraron con varios shows por España (donde definitivamente Kutu Olivan se queda en el bajo), y a fines del 2011 tuvieron el privilegio de ser invitados por la Secretaría de Rock del Gobierno Cubano para visitar dicho país, concretando un viaje que los pone en el lugar de las pocas bandas mundiales que visitaron la isla. Allí en Cuba registraron en el estudio Abdala (que donó  Silvio Rodríguez al estado cubano) algunas canciones nuevas, más reversiones de viejas canciones que formaran parte de un nuevo material.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Scraps por Vanyo 1




La banda exisitió en nuestras cabezas mucho tiempo antes de existir en realidad, casi cuatro años. Éramos un grupo de amigos  que soñaba con formar una banda. Finalmente fundamos Scraps, ya con ese nombre, en abril de 1991. El primer ensayo fue con Hamburguesa haciendo los bajos con un sampler. Después lo convencimos a Kamikaze, que era guitarrista, que se comprara un bajo.

El primer ensayo con bajo fue en la sala de calle Italia de Omar Pogonza y terminó cuando el ampli de bajo se fundió. A la vuelta de los años podemos reconocer que el estilo del Kami en esos primeros ensayos era, digamos, virulento.

Después de haber probado un par de bateristas muy fugaces éramos Fernando Vercelli en batería, Vanyo en guitarra, Watán y Madelén en percusión, Hamburguesa en teclados y Kamikaze. Enseguida pasó Fer a la voz y Madelén a la batería, y así quedó la primera formación estable más o menos hasta mediados del '94.
Al principio no teníamos vientos porque no los había. El concepto de la banda los incluía, como elemento predominante, porque desde el comienzo siempre nos pensamos como banda de ska, siguiendo la veta de grupos ingleses "two tone" como Madness, Bad Manners, o Specials. También desde el comienzo fuimos muy eclécticos porque no nos interesaba hacer lo que se entendía como "ska gil". Siempre metimos guiños de funk, reggae, jazz, swing, rock e investigaciones musicales propias con mucha voluntad experimental. Siempre buscando ampliar los límites del género.
En la casa de Madelén en bulevar Segui y España los ensayos duraban unas seis horas de largas zapadas libres a trabajar riffs y motivos. Los espacios se llenaban más con teclados, violas y percusiones y el resultado era más libre y menos estructurado que lo que grabamos después.

Pasados seis meses debutamos en Alcatraz (Ibarlucea) ante unos 200 espectadores. El segundo show fue en la Unión Ferroviaria y el tercero en la Cueva, debajo de lo que era El Barrilito, Tucumán y avenida Belgrano. En esos diez años hasta fines de 2002 dimos literalmente cientos de shows en pubs, teatros, antros y galpones de Rosario y alrededores, con algunas incursiones a Buenos Aires, Santa Fe, Paraná y Victoria. Tocamos muchísimas veces en Puerto Blest (que después se llamó La Rockería, en Wheelwright) y en Caras y Caretas de calle Corrientes.
La crisis se llevó puestas nuestras expectativas de ser económicamente viables (que de todos modos nunca fueron muchas) y se llevó a España a la sección de vientos. Ahí algunos plantearon: basta de buscar caños, volvamos a no tener vientos. Así a fines de 2003 pasamos al formato de quinteto y tratamos de armar un repertorio nuevo y descartamos la preproducción de lo que hubiera sido un segundo CD, Tentando a la suerte. Pero no funcionó y en abril de 2004 nos separamos luego del único show del año. Fernando y Watán siguieron en activo con Portátiles Steady Club y más adelante, con Cocktail Real.
Fue justamente alrededor de Cocktail Real que a fines de 2008 se reunió el núcleo fundador y comenzó otra etapa de Scraps. La nueva formación debutó en julio de 2009 en el Club Italiano. Desde entonces y hasta septiembre de 2011 tocamos bastante, mostrando nuevo material y versionando los clásicos con exactitud.

Scraps por Vanyo 2






El nombre Scraps

Una de las cosas que siempre charlábamos era buscar un buen nombre y por varias razones no queríamos un nombre que fuera "Los" aquello ni "The" esto otro. Tenían que ser una o dos palabras. y por motivos esotéricos tenía que empezar con la letra S.

Un día Fer encontró la palabra Scraps en un diccionario inglés-castellano que publicaba Página/12 con dibujitos de Rep. Según ese diccionario es: restos, sobras (de la comida), desperdicios, y también el verbo pelear, discutir (sobre todo verbalmente, el verbo "to scrap").

Ese conjunto de cosas nos iba bien y nos gustó la palabra gráficamente. Después, vinieron los problemas para pronunciarlo, porque en rosarino básico suena "ehcrá".

Muchos años después nos enteramos que hubo una banda francesa independiente en los '80 que se llamó así y por las dudas le agregamos el "Rosario", que no es realmente parte del nombre de la banda.


Pioneros del ska rosarino

Seguramente debe haber habido muchas bandas que tocaran ska en Rosario antes que nosotros, cuando llegó la ola del Two-Tone original y los primeros discos de Cadillacs, Intocables, Los Twist... Pero lo que sí creemos es que fuimos los primeros en el país en retomar esa estética y la del neo-swing antes del estallido de la tercera ola californiana. Además, fuimos de los primeros en salir con una sección de vientos riffera y al palo. En un momento en que el género no gozaba de respeto alguno, mostramos que el ska no era sólo una gilada fiestera y descerebrada y podía ser una especie de art-rock oscuro y deforme sin dejar de ser altamente bailable y poguero.


Scraps como banda independiente

Uno es independiente por sus elecciones estéticas, porque jamás permitiría que le digan qué tiene que hacer o cómo tiene que hacerlo con tal de comer de eso. Entonces somos independientes a la fuerza, no es una elección política. Cada uno sobrevive haciendo otra cosa y la música es el ámbito donde haces sólo lo que se te antoja. Nunca hay consideraciones "de mercado" en las decisiones y siempre fuimos refractarios a cualquier intento de formateo.

Lo demás lo puede decir cualquier banda que esté luchando en la misma: estás solo para todo y te generas los espacios, las fechas, la guita para grabar y moverte. La industria nunca existió demasiado en este país y ahora directamente lo que queda de ella está demasiado ocupada en sobrevivir para interesarse en bandas como nosotros.

Acerca de la tapa de “La noche del hombre invisible” por Fernando Vercelli




El arte de tapa del disco la noche del hombre invisible la empecé a bocetar en mi cabeza mucho antes de entrar a grabar.
Desde el título, fotos y diseño se buscó reflejar la atmósfera que rodeaba al grupo en aquellas épocas, y que hacía de disparador de las canciones; es decir: noche, humo, bares y fondas, amigos, amigos de ocasión, peleas, abrazos, risas, lágrimas, botellas, algunos amores perdidos, otros encontrados,  mozos, baños, mentiras, confesiones, central de visitante por TV, Spinetta, Mandess, Elvis Costello, The B'52's, Blur, The Clash, Toreros Muertos, The Atraccion, Los twist, Jesús & Mary Chain, y tantos otros discos (muuuuchos y de todos los géneros); bah, en realidad cassettes, castillos de cassettes, nuestro mundo. La noche de Rosario. Nuestra noche. La noche del hombre invisible.
La explorabamos juntos o solos, sin rumbo, a la deriva; y volviamos siempre al punto de partida, nuestra comarca: Avarovia, nuestro barrio, Pte Roca y Tucumán.
“El miserable” , kiosquero del Barrio (que para nuestra suerte atendía las 24hs), aparece en la contrapapa mas que merecidamente junto a los escudos de Korner Korto Producciones y el de la banda; como un diablo protector. El cartel del cine Real ya no existe. El cine menos. Otro cartel que ya no está y aparece en el sobre interno es el del Hotel “Savoy”, por calle San Lorenzo. En esa misma imagen aparece otro cartel, el de la loteria “Los dos chinos” en chiquito, pero los chinos aparecen.
El personaje de la portada es Daniel Hamburguesa Vega, uno de los miembros fundadores de la S. Al fondo aparece la vieja estación Rosario Norte. “Hambur” también aparece en otra foto saltando sobre unas bolsas de basura. (Linda imagen). Las fotos, logos, diseño, sugerencias, etc. La aportaron amigos que satelizaban las noches con nosotros y supieron capturar lo que pretendíamos. La foto de los billares, que va abajo del disco, con los agradecimientos, la sacamos del libro: Rosario, esa ciudad de Eduardo Galante.
Recuerdo la mañana que pase por Utopía Records (histórico lugar donde comprábamos y seguimos comprando música) y vi en la vidriera La noche del hombre invisible codeándose con nuestros héroes. Éramos jóvenes, era un sueño cumplido.


La Edad de la mixtura por Edgardo Perez Castillo


 A partir de la recuperación de la democracia, en Rosario comenzaron a ganar visibilidad movimientos incipientes y hasta entonces periféricos a un circuito musical que, paradójicamente, se había beneficiado por aquella absurda y dictatorial prohibición de la difusión de música anglosajona. Así, expresiones relacionadas con el metal o el punk veían de pronto la posibilidad de manifestarse abiertamente. Sin embargo, jamás lograrían la trascendencia de los cantautores que, después de su desembarco en Buenos Aires, se eternizaron en el abarcativo rótulo de Trova Rosarina. Desde entonces, la música en la ciudad estuvo asociada al talento de sus songwriters, con un marcado crecimiento del pop rock durante la década posterior a la asunción de Raúl Alfonsín. 
 En paralelo al reconocimiento que lograban bandas de corte precisamente pop como Certamente Roma, Identikit o Graffitti, a una joven escena punk se le fueron sumando bandas caracterizadas por la visceralidad de sus propuestas, y el acercamiento a vertientes del rock poco exploradas en la ciudad. En sintonía con un fenómeno que había despertado en Europa a fines de los 80, a Rosario, también, le llegó la hora de la mixtura.
 Como un fiel reflejo de su condición cosmopolita, la diversidad musical fue marcando a la gran escena rockera en la ciudad, que seguiría multiplicando y combinando sus influencias, generando nuevos movimientos vinculados con el punk, el hardcore, la electrónica, el grunge y el rap (luego devenido en hip hop). Una muestra de esa diversidad estilística fue el disco Bandas en Puerto que, en 1999, editó la Secretaría de Cultura municipal. Aportaron allí sus temas grupos como Degrade, El Regreso del Coelacanto (con su enorme combinación de influencias), La Montecarlo, Abrepuertas, Hijos del Reyna con su funk explosivo y los Potente vs. Picante con un rapeo furioso. 
En esencia, algunas de las bandas con mayor trascendencia de fines de los 90, a las que podrían sumarse Los Sucesores de la Bestia y la efímera pero fundamental Los Shocklenders.
 Curiosamente, la edición de ese disco con el que el Estado municipal buscaba exhibir un circuito rockero heterogéneo, se concretaba algunos meses después de que el propio municipio le pusiera punto final a un espacio clave para pensar en la irrupción de otro sub-movimiento caracterizado precisamente por su heterogeneidad musical, ése que se alimentó de la ideología de los squatters europeos y de la banda de sonido que los acompañó en sus usurpaciones (pacíficas e impregnadas de un sentido cultural) de edificios abandonados. Y que, en Rosario, encontró su punto de ebullición en los viejos galpones de España y Wheelwright.


Convertidos hoy en ejemplo de un modelo de convivencia entre actores públicos y privados, allí donde La Casa del Tango se ve flanqueada por dos coquetos resto-bares temáticos, entre principios de los 90 (en una fecha difícil de apuntar con precisión) y el 13 de julio de 1998 el conjunto de edificios ferroviarios había alojado al Galpón Okupa, que no sólo le brindó su escenario a una escena alternativa en franco crecimiento, sino que funcionó además como caldo de cultivo para el intercambio de experiencias. Intercambio que, en esencia, había comenzado a concretarse algún tiempo antes.
 Eduardo Vignoli fue uno de los que arribó a ese espacio cargando con un bagaje sonoro ecléctico, el mismo que impregnaba a la influyente Los Buenos Modales, banda que lo tenía como compositor y que lideraba junto al cantante Julio Benavídez. 

“A mí me influenció mucho la salsa, en la forma de orquestar y armar canciones, y después la parte rockera que uno siempre tiene. Se fue dando así, a partir de la experimentación con el portaestudio, de ir probando arreglos, cruzando por ejemplo motivos salseros con un bajo punk. Después se sumó Julio y eso le dio a Los Buenos Modales un matiz completamente distinto y personal, por una lírica muy del medioevo”, detalla hoy quien también se convertiría en trompetista del grupo como respuesta a la ausencia de músicos que aportaran sus vientos a esa propuesta algo inclasificable, y que (tras un primer gran show en 1992 en la Bienal de Arte Joven en el Patio de la Madera) recorrió el circuito alternativo de la ciudad previo a emigrar a una gira por Alemania que para Vignoli y Benavídez implicó una extensa residencia europea. Entre 1994 y 1995, los miembros de Los Buenos Modales se sumarían a ese proyecto de okupación en los galpones ferroviarios, para darle un giro más profundo hacia su alternativa cultural.Llegado desde Firmat con apenas 17 años, el guitarrista Hernán Manavella encontró en esos pares a una fuente de información. En tiempos en los que Internet era apenas una novedad, el viejo sistema del traspaso de información oral (y, en el mejor de los casos, a través de fanzines o cassettes) era clave para la apertura a nuevas posibilidades.
El show que en 1997 (post separación y reencuentro) Los Buenos Modales ofrecieron en el Okupa fue, para Santángelo, crucial: “Fue increíble. Fuimos con Adrián Fontana (trombonista con quien Santángelo compartió numerosos proyectos en aquella época, y que hoy integra, entre otras, a la Rosario Smowing) y nos partió la cabeza. Por ese momento teníamos algo parecido a lo que después iba a ser El Hombre Ascensor. Para mí fue un quiebre verlos tocando en vivo”.
 Claro que la aparición de los vientos en LBM no fue tarea sencilla, según recuerda Vignoli, que debió telefonear a una veintena de trompetistas y, ante idéntica cantidad de respuestas negativas a su oferta sonora, se convirtió en vientista. “Ninguno vino a tocar lo que nosotros hacíamos. Por éso empecé a tocar trompeta. Ahora sí es fácil conseguir trompetistas, y para mí tiene mucho que ver con la cuestión callejera, en el sentido que los vientos te dan independencia, algo que vivimos con Una Cimarrona: con los vientos te parás en la calle y podés tocar, no necesitás enchufar nada. Eso mismo se aplica al arte callejero”, apunta Vignoli, ahora líder de la citada orquesta de vientos, que puede descubrirse caminando por las calles de la ciudad, y que sigue ampliando su convocatoria en cada una de sus visitas a Buenos Aires.
 Desde su rol de espectador, primero, y de partícipe activo, inmediatamente, Santángelo puede hoy distinguir el carácter fundacional de aquello que comenzó a gestarse a mediados de los 90 para dejar su marca. “El valor más grande de esa movida fue mostrar que eso era válido de hacer –destaca--. Antes era clásico o jazz, ahora puede ser reggae, rock, hardcore, una mezcla de estilos, ska, bolero, y todo eso vale. También está bueno que se sepa que desde Rosario éso se puede hacer. Incluso me parece que es un hecho distintivo. Una Cimarrona es un representante muy fiel de lo que es la movida rosarina, y son los que tienen la escuela más mamada. También por Eduardo, que está entre las filas”. 
 Con la llegada del Siglo XXI, aquellas influencias tendrían continuidad en grupos como Rosario Smowing, The Broken Toys, la propia Una Cimarrona o Banda Enorsai. Grupos que ya le darían un sentido orquestal a la sección de vientos, producto de su recuperación de estilos que parecían olvidados, como el swing o el rockabilly, e incluso acercándose a la música klezmer o al folclore de Europa del Este. Aunque, casi inevitablemente, en esas propuestas aparecieron miradas personales que permitieron abordajes únicos tanto a aquellos géneros clásicos del rock como a ciertas tradiciones folclóricas extranjeras. Como si, también aquí, se tributara al histórico eclecticismo que, en los últimos veinte años, se fue transformando en síntoma de rosarinidad.El show que en 1997 (post separación y reencuentro) Los Buenos Modales ofrecieron en el Okupa fue, para Santángelo, crucial: “Fue increíble. Fuimos con Adrián Fontana (trombonista con quien Santángelo compartió numerosos proyectos en aquella época, y que hoy integra, entre otras, a la Rosario Smowing) y nos partió la cabeza. Por ese momento teníamos algo parecido a lo que después iba a ser El Hombre Ascensor. Para mí fue un quiebre verlos tocando en vivo”.
 Claro que la aparición de los vientos en LBM no fue tarea sencilla, según recuerda Vignoli, que debió telefonear a una veintena de trompetistas y, ante idéntica cantidad de respuestas negativas a su oferta sonora, se convirtió en vientista. “Ninguno vino a tocar lo que nosotros hacíamos. Por éso empecé a tocar trompeta. Ahora sí es fácil conseguir trompetistas, y para mí tiene mucho que ver con la cuestión callejera, en el sentido que los vientos te dan independencia, algo que vivimos con Una Cimarrona: con los vientos te parás en la calle y podés tocar, no necesitás enchufar nada. Eso mismo se aplica al arte callejero”, apunta Vignoli, ahora líder de la citada orquesta de vientos, que puede descubrirse caminando por las calles de la ciudad, y que sigue ampliando su convocatoria en cada una de sus visitas a Buenos Aires.
 Desde su rol de espectador, primero, y de partícipe activo, inmediatamente, Santángelo puede hoy distinguir el carácter fundacional de aquello que comenzó a gestarse a mediados de los 90 para dejar su marca. “El valor más grande de esa movida fue mostrar que eso era válido de hacer –destaca--. Antes era clásico o jazz, ahora puede ser reggae, rock, hardcore, una mezcla de estilos, ska, bolero, y todo eso vale. También está bueno que se sepa que desde Rosario éso se puede hacer. Incluso me parece que es un hecho distintivo. Una Cimarrona es un representante muy fiel de lo que es la movida rosarina, y son los que tienen la escuela más mamada. También por Eduardo, que está entre las filas”. 
 Con la llegada del Siglo XXI, aquellas influencias tendrían continuidad en grupos como Rosario Smowing, The Broken Toys, la propia Una Cimarrona o Banda Enorsai. Grupos que ya le darían un sentido orquestal a la sección de vientos, producto de su recuperación de estilos que parecían olvidados, como el swing o el rockabilly, e incluso acercándose a la música klezmer o al folclore de Europa del Este. Aunque, casi inevitablemente, en esas propuestas aparecieron miradas personales que permitieron abordajes únicos tanto a aquellos géneros clásicos del rock como a ciertas tradiciones folclóricas extranjeras. Como si, también aquí, se tributara al histórico eclecticismo que, en los últimos veinte años, se fue transformando en síntoma de rosarinidad.




Fuentes consultadas



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La Trova Rosarina / Sergio Arboleya
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Sitios web

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www.elreylloro.es.tl/
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